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23 de noviembre de 2024

“Desertores” en Miami Book Fair: la inesperada seducción de la derecha radical entre los latinos en Estados Unidos

La periodista Paola Ramos, también autora de “Latinx”, presenta una investigación profunda, llena de historias de vida fascinantes, sobre cómo los hispanos dejaron de ser demócratas y cada vez más se sienten atraídos por narrativas antiinmigrantes, racistas, antitrans y autoritarias

>La noche del martes 8 de noviembre de 2016, cuando Donald Trump ganó las elecciones presidenciales en Estados Unidos, se terminó la fantasía del electorado hispano y latino como bastión de los demócratas.

“Pero Hillary Clinton no solo pierde, sino que menos del 50% de los latinos acuden a votar”, recordó la periodista de Telemundo News y MSNBC, que presenta en Miami Book Fair su nuevo libro, Desertores (también en inglés, Defectors), sobre el auge dela extrema derecha latina en Estados Unidos. “Esas señales contradictorias me decían que había que cuestionar el mito. Eso se reforzó en las elecciones de 2020, cuando a Trump le va entre 8 y 10 puntos mejor”.

A pesar de su diversidad de nacionalidades y de etnias, lo latinos comparten tres rasgos que nadie más junta en Estados Unidos: tribalismo, tradicionalismo y trauma. Y esos tres rasgos, que constituyen los ejes del libro de Ramos, los hace sensibles al discurso populista del republicano.

“Hubiera sido fácil decir ‘están todos locos’, pero preferí descartarlo”, contó la periodista y escritora en entrevista con Infobae. “Hubiera sido un flaco favor decir que si Trump consigue el 40% del favor del voto latino es una anomalía”.

Ramos comenzó a observar que la comunidad se volvió receptiva a ciertos temas: el muro, el nacionalismo cristiano, la retórica anti-negro. “Creo que el libro no es sólo sobre la extrema derecha, sino sobre lo fácil que es para nosotros, los los latinos, tomar ese camino hacia el extremismo. Es una pendiente muy resbaladiza”.

—¿Cree que los republicanos entienden mejor al electorado latino?

—Tienen tácticas muy poderosas para explotar agravios que tienen que ver con el tribalismo, el tradicionalismo o el trauma. Por ejemplo, se piensa que los latinos no pueden ser racistas y son inmunes a la retórica antiinmigrante, pero no es así. Las jerarquías raciales son parte integral de nuestra historia, de cómo entendemos nuestra identidad frente a los afrodescendientes y los indígenas, cómo trazamos una línea directa con la blancura de los colonizadores españoles. Y el trumpismo ha explotado eso: ha creado tensiones entre los afrolatinos y los afroamericanos del Bronx, o entre los latinos de la frontera y los inmigrantes. La idea de nosotros contra ellos.

—Al tradicionalismo apela la narrativa de que Estados Unidos se está alejando de sus valores, que crea miedo al cambio en la dinámica de género, a las mujeres con poder, y que crea transfobia. Y también han sabido explotar muy bien el trauma político del comunismo, realmente llegar a su corazón.

La colonia impuso, de manera muy reglamentada, una jerarquía racial en el Nuevo Mundo invadido. Hace poco un polémico ex presidente de Argentina repitió el falso lugar común de que sus compatriotas “bajaron de los barcos”, es decir que llegaron de Europa en las olas migratorias de comienzos del siglo XX, principalmente de Italia y España.

Y a veces la emprenden a los tiros, como pasó el 15 de junio de 2020 en Albuquerque, Nuevo México, cuando Steven Ray Baca dejó heridos al disparar a los activistas que protestaban el monumento a Juan de Oñate. Hasta hoy muchos lo consideran el primer europeo en el suroeste estadounidense a pesar de haber nacido en Zacatecas, ciudad que fundó su padre español. Pero más se lo recuerda por su crueldad contra los nativos: ordenó la masacre de 800 acomas y y la amputación del pie derecho de otros 20 antes de devolverlos como ejemplo. Hasta la corona española lo reprendió.

En busca de una explicación del fenómeno, Ramos encontró el concepto de “herencia fantasiosa”, que es “muy común para muchos hispanos en este país, y yo misma la he tenido”, reconoció. “Me ayudó a entender por qué muchos de los hispanos más extremistas que entran en el mundo de la supremacía blanca utilizan su ascendencia española como una forma de ser aceptados”.

La profundidad de la fantasía adopta otros colores: en un salón de belleza del Bronx, Ramos entrevistó a Ysabel, afrocaribeña, y le preguntó cómo se identificaba. “Como hispana”, le respondió. De atrás, entre risas, otra mujer la corrigió: “¡Eres negra!”. Pero Ysabel insistió: “Soy 100% hispana. Eso no tiene nada que ver con ser negra”. Para mayor confusión, otra clienta agregó: “Los afroamericanos son los verdaderos negros”. Para el tribalismo siempre hay un ellos al que señalar.

—Usted interpretó: “Inconscientemente nos hemos colonizado a nosotros mismos”. ¿Qué sentido tiene eso?

La colonización no se hizo sólo con la violencia europea: también con la de las misiones católicas. El combo espada + cruz dejó huellas importantes, del sincretismo a la estrecha relación entre la iglesia y el estado en muchos países latinoamericanos. Y si bien la influencia del Vaticano ha mermado minada por el ascendente evangelismo, la dimensión religiosa conserva el tradicionalismo, el segundo factor del análisis de Desertores.

El libro presenta al pastor Luis Cabrera, cuya congregación evangélica está adornada con banderas que adaptan el slogan de Trump sobre volver a hacer que Estados Unidos sea grande: “Make America Godly Again”, volver a hacerlos devotos de dios. Cabrera es parte del nacionalismo cristiano, “una ideología basada en el mito de que Estados Unidos se fundó como una nación explícitamente cristiana”, escribió la autora. Al igual que el MAGA de Trump, se pretende “un movimiento” que “fusiona la política conservadora, el nacionalismo y la fe”.

—Que también son un grupo demográfico importante si se mira al futuro: hoy el 19% de los habitantes del país, un tercio en 2050.

—En este mismo capítulo sobre el tradicionalismo, cuando aborda el discurso anti LGBT+ entre los latinos su libro se vuelve muy personal. ¿Por qué?

Ramos brida un ejemplo. Pocas semanas atrás, en Arizona, un señor hispano con arma a la vista —en ese estado es legal— la observaba entrevistar a un partidario de Trump en la calle. Más que observarla, no le sacaba los ojos de encima: la miraba fijo, como una provocación.

—Eres una izquierdista radical.

—Hay algo en ti —dijo, más oracular que el I Ching.

Ese disgusto irracional —”no fue nuevo para mí”, subrayó la periodista— conduce a uno de los conceptos más impactantes del libro: el asco es el sentimiento visceral “más fuerte y complicado”, según el científico Bryn Nelson. Muchos trabajos académicos sugieren “que el asco, más que emociones como el miedo, la ira y la tristeza, es el principal motor de la deshumanización”.

Es el corazón de deshumanizar a alguien —siguió Ramos—. Y cuando se politiza, cuando se convierte en una táctica política, es algo muy poderoso. Lo sabamos desde el momento en que los colonizadores españoles pusieron sus ojos en personas que eran diferentes. Ese sentimiento de asco ya estaba arraigado en nosotros. Creo que politizarlo funciona muy bien: los inmigrantes haitianos se convierten en gente que come mascotas, las personas trans se convierten en pedófilos aterradores.

Es difícil encontrar a alguien que no esté pegado a su móvil, y entre los hispanos en Estados Unidos es prácticamente imposible. “Los latinos tienen más teléfonos inteligentes que otros grupos y dedican más de 30 horas por semana a sus dispositivos, mucho más que a la televisión”, se lee en Desertores.

Así es como los latinos emigrados de países con fuerte salud pública se negaron a protegerse contra el Covid-19, intoxicados de teorías conspirativas sobre la vacuna, o como muchos que piden mano dura para la delincuencia denunciaron una caza de brujas contra Trump porque la justicia lo procesó por cometer delitos.

La tormenta perfecta de la desinformación se da cuando se suma el factor de trauma. Dictaduras de distintos colores ideológicos han atravesado la historia de América Latina. Desde El Señor Presidente, la novela del premio Nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias, hasta la manera en que Nayib Bukele se autodenominó “el dictador más cool del mundo”, la violencia institucional ha marcado a generaciones.

“Los demócratas pensaron que si presentaban a Trump como un caudillo o un dictador, los hispanos iban a reaccionar contra él. Pero en realidad nuestra historia está hecha de democracias inestables”, subrayó Ramos. “Y Estados Unidos ha reforzado la idea de que en determinadas circunstancias, especialmente cuando se trata de proteger a los países occidentales del comunismo, es necesario el gobierno de un hombre fuerte”.

Desertores desarrolla un tema que en el futuro será obvio. “El trumpismo y la supremacía blanca no pueden sobrevivir a largo plazo sin los latinos”, destaca. “Actualmente los republicanos han dado con un terreno fértil para movilizar a los latinos mediante estrategias que atizan las rencillas raciales, crean pánicos morales y fabrican crisis”.

Sábado 23, 11 am, en la Sala 2106 del Edificio 2

Domingo 24, 4:45 pm, en la Sala 8503, Edificio 8

Campus Wolfson del Miami-Dade College (MDC)

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