Sábado 12 de Abril de 2025

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12 de abril de 2025

“El caso Cantat”: cuando matar a golpes a una mujer aún podía ser considerado un “crimen pasional”

Una miniserie documental reconstruye sin morbo la tragedia de la actriz francesa Marie Trintignant, muerta en 2003 a causa de los golpes que recibió de su pareja, la estrella de rock Bertrand Cantat, y pone el acento en el machismo de los medios de entonces. Esta nota contiene spoilers

>Todo sucedió en la suite número 35 del Hotel Domina Plaza de Vilna, Lituania, en la noche del 26 al 27 de julio de 2003. La versión que dio el hombre al ser detenido fue que habían tenido una discusión y que ella, furiosa, le pegó primero; que en medio de los gritos forcejearon; que él, para sacársela de encima, la había empujado y que ella se había golpeado la cabeza con el radiador. Cinco días después, los datos de la autopsia resultaron tan contundentes como sus golpes.

El caso Cantat. De estrella de rock a asesino es una miniserie que acaba de subirse a Netflix que reconstruye una historia que conmovió a Francia hace más de veinte años y que aún conmueve a cualquier ser humano con un gramo de sensibilidad. Una historia que dividió a los franceses entre quienes eligieron aferrarse al argumento romántico y mendaz del “crimen pasional”, y suponían que había dos víctimas en esta tragedia, y los que en cambio se horrorizaron por la violencia desaforada que podía producir un ídolo del rock, líder de la famosa banda Noir Désir, un hombre admirado además por sus ideas políticas en favor de los más vulnerables.

El relato de este desastre que terminó con la vida de una actriz famosa, miembro de una familia célebre del mundo del espectáculo, fue narrado por los medios desde el punto de vista del agresor, quien por entonces era una verdadera estrella en su país. El tono elegido fue el de “se amaban con desesperación, discutieron brutalmente y todo terminó en tragedia”. Repito lo que reveló la autopsia: no fue una paliza de segundos, él la golpeó entre quince y veinte veces en la cara y en la cabeza.

La actriz Marie Trintignant tenía 41 años y estaba en pareja con Cantat; el romance no llevaba mucho tiempo, apenas un año, y era complicado y tormentoso. Marie era madre de cuatro hijos de diferentes padres -con todos ellos había conservado relaciones de amistad- y Cantat, de 39, estaba casado con Krisztina Rády, cuando se conocieron. Traductora y gestora cultural de origen húngaro, Krisztina estaba embarazada de su segunda hija cuando el cantante le anunció que iba a dejarla porque se había enamorado de otra mujer. No resulta difícil imaginar que para ella el mundo se vino abajo aunque ella nunca dejó de ayudarlo. Años después, esta historia, la de Krisztina y Cantat, tendrá un capítulo final demoledor.

Su testimonio fue capital para que en lugar de quince años la justicia lituana le aplicara a Cantat ocho años de prisión; la carátula de la causa fue “homicidio involuntario”. El músico consiguió ser trasladado a Francia y luego de cumplir la mitad de la pena, por buen comportamiento, le concedieron la libertad condicional. Entonces volvió a vivir con Krisztina y sus hijos: ese día comenzaba el calvario de la mujer y una nueva tragedia en cámara lenta que el documental retrata con información hasta ahora desconocida y de manera respetuosa.

En 2010, al regresar del colegio el hijo de ambos de 12 años encontró a su padre durmiendo y a su madre muerta en la planta alta de la casa que compartían en Burdeos: se había ahorcado. Algunos mensajes de los últimos meses de Krisztina a sus padres habían dado señales preocupantes acerca de la violencia psicológica (y física) a la que estaba siendo sometida por Cantat.

Romeo no mató a Julieta

Hay una escena en particular de la serie que provoca escalofríos. Interrogado por la justicia lituana, Cantat, líder de la banda Noir Désir y acaso el músico de rock más amado en la Francia de los 90 también por su antifascismo, comienza a explicar una vez más qué pasó aquella noche. Para entonces los datos de la autopsia son concluyentes. Si antes mintió, supuestamente ahora dice la verdad. Le preguntan cuestiones específicas, dice que no puede responderlas y apela a la ironía: “Les aseguro que la próxima vez que me pase algo así anotaré los detalles”.

Hoy esa escena es un canto al narcisismo y a la psicopatía, pero para los medios franceses el relato de Cantat fue una “conmovedora confesión”. Un verdadero escándalo, si se lo piensa desde este presente.

Marie Trintignant estaba filmando en Vilna una película para televisión sobre la vida de Colette, la escritora francesa trasgresora y libertina. Se había instalado allí por dos meses y estaba en familia ya que el filme era dirigido por su madre, Nadine Trintignant y su hermano Vincent trabajaba como asistente mientras que el hijo mayor de Marie, Roman Kolinka, de entonces 16 años, hacía un pequeño papel en la película.”

Ahora volvemos a la historia de Marie T.: ninguno de los integrantes del equipo de filmación entendía bien qué hacía Bertrand Cantat en Vilna, adonde había ido para acompañar a su novia durante los dos meses de filmación. Lo que la pareja argumentaba era que no podían estar ni un minuto separados. Lo que muchos intuían, observando el carácter posesivo del hombre y las respuestas nerviosas de ella, era que él necesitaba tener a Marie las 24 horas bajo control.

La reconstrucción de los hechos que hizo la Justicia y que la miniserie documental completa dice que el 26 de julio Cantat le armó una escena de celos a Marie por un mensaje cariñoso que le había mandado su ex marido, el cineasta Samuel Benchetrit, con quien la actriz había filmado meses atrás Janis & John, una película en la que ella hacía el papel de Janis Joplin.

No le soltaba la mano

En Vilna, sus compañeros de filmación veían con asombro el modo en que Cantat la controlaba: cuando no estaba con ella, le mandaba mensajes de texto todo el tiempo como una manera de no quitarle los ojos de encima; ella sentía la presión de tener que responderle. Ya casi no cenaba con el resto del equipo y hasta llegó a echar a perder escenas solo para devolverle pronto el mensaje en el celular, según cuenta la cantante Lio, una de sus grandes amigas.

Entrevistada para el documental, la maquilladora recuerda con espanto esos momentos en los que todos pudieron adivinar el comienzo de una tragedia. Recuerda también cuando fue a ver a Marie al hospital y se detiene en la memoria de su rostro hermoso, que conocía tan bien y en aquel otro del final, “hinchado y de todos los colores”. Una de las cuestiones que mejor trata la miniserie es justamente lo que pasa con el entorno de una pareja en la que la mujer está en riesgo latente de violencia y en cómo a pesar de advertir que hay allí una tragedia inminente, se hace difícil intervenir sin correr el riesgo de atravesar la intimidad de los otros.

Leliuga fue entrevistado para El caso Cantat y volvió a contar lo que vio y vivió aquella noche de verano europeo. La tensión en la pareja había ido creciendo a lo largo del día y escaló dramáticamente en una fiesta de despedida de un miembro del equipo de rodaje, según relató. Todos pudieron ver que el clima entre ellos era tenso, cargadísimo. El mensaje del ex marido había enloquecido a Cantat; él insistía en que no era justo que mientras él había abandonado y cortado todo vínculo con su ex esposa, Marie seguía flirteando con su ex.

Recién después a las 4 de la madrugada Cantat llamó a Vincent, el hermano de Marie Trintignant, para contarle que habían discutido mal y que ella se había puesto tan furiosa que él no la reconocía. El muchacho llegó casi enseguida y estuvieron dos horas conversando sobre lo sucedido. Cantat parecía convencido de que Marie dormía y es por eso que fue recién a las dos horas de llegar que Vincent a ver a su hermana y la encontró inconciente y deformada por los golpes. La ambulancia se la llevó a las 7.30. Cantat no huyó después de la golpiza, es cierto, pero tampoco pidió ayuda para su víctima. Su argumento ante el tribunal: “Es importante que sepan que Marie tenía el sueño muy profundo”.

El #NiUnaMenos y el #MeToo

El abogado de la familia Trintignant, Georges Kiejman, ironizaba con lo de los “veinte golpes en ‘defensa propia’”. “Pobre Bertrand Cantat”, se lo oye decir en la serie, “fue obligado a matar a Marie sin quererlo y a difamar a la víctima”. En su defensa, Cantat hablaba del consumo de drogas de Marie como una de las razones de su comportamiento “histérico”.

Debieron pasar muchos años, debió existir una ola feminista, una revolución de las mujeres imparable que tuvo sus puntos más altos en el #NiUnaMenos argentino (2015) y el #MeToo de Hollywood (2017) para que dejaran de naturalizarse los hechos de violencia y los crímenes de este signo en casi todo el mundo. Y para que las víctimas comenzaran a hablar y a judicializar sus casos y también para que aquellos que, por diferentes motivos, callaron u ocultaron episodios violentos de los que fueron testigos revelaran verdades incómodas.

Cuando el consenso cambió, a Cantat no le fue tan sencillo subir a los escenarios. Ya en carrera solista – la banda se había separado– petitorios con decenas de miles de firmas obligaron a varios festivales a bajar su nombre y ya se hizo muy difícil separar al artista de su obra. Convocar a Cantat comenzó a ser un gesto de riesgo para cualquier productor. A ninguno de ellos les gusta que se les junten en la puerta personas indignadas que le gritan “Asesino” a uno de los artistas convocados.

Algo interesante para analizar es que Le Point, una publicación de derecha, publicó materiales que desarmaron las estrategias de protección de la figura de Cantat y también las contradicciones que habitan en esa defensa por parte de personas que se denominan a sí mismas progresistas y defensoras de los derechos humanos. Fue un medio conservador el que lo hizo y poco importa si detrás de sus publicaciones se ocultaban intereses políticos. El acento hay que ponerlo en lo que falta, que es la autocrítica por la doble vara que aún no se vio ni se escuchó en las entrañas de ese progresismo que privilegia sus mezquindades por sobre cuestiones básicas de los derechos humanos que tanto aseguran defender.

La miniserie El caso Cantat se compone de tres capítulos de poco más de 40 minutos y trata un tema fundamental con sobriedad, sin morbo y con un muy buen manejo de los tiempos narrativos. Lo hace en un momento histórico en el que el péndulo político se orienta en todo el mundo hacia modelos ultraconservadores para los cuales el feminismo encarna uno de los demonios a vencer y por eso es relevante. Se hace difícil creer que luego de tanta evidencia, y más allá de algunos arrebatos vengativos y cancelatorios por parte de algunos feminismos durante el breve lapso en el que el tema fue dominante en la agenda pública, se retroceda en algo tan elemental como es el respeto a la vida y la dignidad de las mujeres.

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