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20 de junio de 2025

Un informe encargado por el Papa Francisco propone reformas para enfrentar la crisis de deuda en países como la Argentina

El trabajo fue liderado por el premio Nobel Joseph Stiglitz y el ex ministro de Economía Martín Guzmán y reunió a más de 30 economistas de prestigio internacional. Cuestionó al FMI y exhortó a “sentar las bases financieras de una economía mundial sostenible y centrada en las personas”

>Un grupo de más de 30 economistas de renombre internacional, encabezados por el premio Nobel Joseph Stiglitz y el exministro de Economía argentino Martín Guzmán, presentó este viernes en el Vaticano un extenso informe con propuestas para enfrentar las crecientes crisis de deuda que aquejan a los países en desarrollo.

Aunque el documento apunta a una transformación global, su contenido tiene resonancia particular en países como la Argentina, que tras reestructurar parte de su deuda en 2020 y acordar dos programas con el FMI —el más reciente en abril de este año— aún no ha El informe recuerda que 54 países en desarrollo ya destinan el 10% o más de sus ingresos fiscales sólo al pago de intereses de su deuda, según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD). Esta carga, señala el texto, “ha desviado recursos esenciales que deberían destinarse a la sanidad, la educación, las infraestructuras o la resiliencia climática, privando a millones de personas de atención médica vital, alimentos o empleo”.

Frente a este escenario, el informe propone una serie de reformas sistémicas a nivel internacional, enfocadas en cambiar los incentivos actuales que favorecen a los acreedores privados y obstaculizan las reestructuraciones necesarias para recuperar la sostenibilidad de las deudas. Entre las principales recomendaciones se incluyen:

    Durante la conferencia de prensa en la que se presentó el documento, Guzmán remarcó que propone “una hoja de ruta para evitar una nueva década perdida” y destacó que “más de 3.000 millones de personas viven en países que gastan más en pagar deuda que en educación o salud”. En ese sentido, llamó a una “acción inmediata” basada en decisiones políticas que vayan más allá de los intereses financieros.

    Por su parte, Stiglitz afirmó que el sistema de deuda vigente “está al servicio de los mercados financieros, no de las personas”, y advirtió que sin reformas estructurales “una generación entera perderá su futuro”.

    La Comisión también incluyó voces del Sur Global que remarcaron el carácter moral y humanitario de esta problemática. El jesuita africano Charlie Chilufya calificó a la crisis de deuda como “un fracaso moral” y denunció que “los países pagan la deuda con vidas humanas”. La activista filipina Mitzi Jonelle Tan, en tanto, resaltó la dimensión colonial del sistema financiero internacional: “Nos están heredando países ahogados en inundaciones y deudas. No pedimos compasión, exigimos justicia”.

    Mahmoud Mohieldin, enviado especial de la ONU para el Financiamiento de la Agenda 2030 y ex ministro de Inversiones de Egipto, señaló que “cuando un país gasta más en intereses que en desarrollo, está incumpliendo con su pueblo, no con los acreedores”, y celebró que las propuestas del informe coincidan con las recomendaciones del grupo de alto nivel de Naciones Unidas sobre crisis de deuda y desarrollo.

    El informe presentado en el Vaticano se enmarca en el contexto del Año Jubilar 2025, una tradición milenaria de la Iglesia católica que remonta sus orígenes al Antiguo Testamento. En la tradición bíblica, el Jubileo es un tiempo sagrado que se celebraba cada 50 años, durante el cual se perdonaban las deudas, se liberaban a los esclavos y se devolvían las tierras a sus antiguos dueños. Era, en esencia, un acto de justicia social, de restauración de equilibrios y de redención.

    El Papa Francisco recuperó esa tradición con una dimensión contemporánea, proponiendo que el Jubileo sea también una ocasión para abordar las injusticias estructurales del sistema financiero internacional. Desde el inicio de su pontificado, Francisco denunció que el sistema económico actual “mata”, y convirtió la cuestión de la deuda global en una prioridad de su agenda internacional.

    Este enfoque se materializó en la composición plural de la Comisión, que integró voces del mundo académico, de la sociedad civil, del activismo ambiental y de comunidades religiosas, y que se propuso como misión evitar que el Jubileo de 2025 sea una mera conmemoración simbólica.

    El antecedente más cercano de un Jubileo con impacto económico fue el del año 2000, cuando se condonaron más de 100.000 millones de dólares en deuda de los países más pobres a través de la iniciativa HIPC (Países Pobres Muy Endeudados, por sus iniciales en inglés). Sin embargo, como subraya el informe, “la ausencia de reformas estructurales tras aquella condonación y los cambios en la arquitectura financiera global generaron nuevas vulnerabilidades que hoy amenazan con revertir los avances conseguidos con tanto esfuerzo”.

    “Hoy no basta con una nueva ronda de alivio de deuda —señala el texto—. Se necesita un cambio sistémico, una verdadera transformación de las reglas del juego globales”.

    Aunque el Jubilee Report fue concebido como una hoja de ruta global, sus propuestas tienen una relevancia concreta para países como la Argentina. Si bien el país no figura entre los que hoy destinan más del 10% de sus ingresos fiscales al pago de intereses —en parte gracias a la última reestructuración de deuda bajo legislación extranjera—, sigue atravesando una situación de alto endeudamiento y vulnerabilidad financiera.

    El informe presentado en el Vaticano respalda una serie de cambios que podrían tener un impacto directo en esta coyuntura, según Guzmán:

    - Regulación de los flujos de capital: La posibilidad de reinstalar regulaciones que desincentiven flujos volátiles, sin ser penalizadas por los organismos multilaterales, sería clave para preservar la estabilidad macroeconómica.

    - Redefinición del rol del FMI: Para la Argentina, esto implicaría una reconfiguración del vínculo con el Fondo, con menos condicionamientos regresivos y mayor legitimidad en el uso de los recursos, evitando repeticiones de 2018.

    “Una arquitectura financiera global que permite que miles de millones de dólares salgan de los países pobres mientras se multiplican las necesidades básicas insatisfechas no solo es ineficiente: es inmoral”, resume el informe.

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