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25 de agosto de 2023

Un libro rescata a los "abuelos y bisabuelos" de los Titanes en el Ring

"Un ladrido de perros a la luna", del periodista y escritor Daniel Roncoli, rastrea los orígenes de la práctica de la lucha libre como espectáculo en la Argentina. Desde las primeras funiones en el desaparecido Teatro Casino en 1903 a la llegada de Martín Karadagian a la televisión en 1963.

Por Eva Marabotto 25-08-2023 | 08:00

Las primeras "funciones" no contaban con un ring, a veces bastaba con una colchoneta en la cubierta de un barco. (Foto: archivo Daniel Roncoli)

Mucho antes de que Martín Karadajian recorriese América Latina con su troupe de luchadores y más de un siglo antes de que uno de sus nietos entrene junto a los herederos de los Titanes, el catch hacía pie en la Argentina y entusiasmaba a un público mayoritariamente adulto que llenaba el Teatro Casino (Maipú al 300, CABA, y demolido en la década del ´60) y también el Luna Park.

Quien ha seguido las pistas del nacimiento de la lucha libre en el país es el escritor y periodista Daniel Roncoli en su libro “Historia imposible del catch en la Argentina 1903-1963”, recientemente publicado por Ediciones Al Arco.

Martín Karadagian niño junto a su hermana. (Archivo Daniel Roncoli)

Roncoli es periodista, escritor, dramaturgo, actor y autor, y ya había explorado la lucha libre con una biografía de la máxima figura del deporte-espectáculo en la Argentina: “El Gran Martín: vida y obra de Karadagián y sus Titanes".

Pero en este nuevo texto se propone rastrear los antecedentes de la troupe y los encuentra en un incipiente Siglo XX. “Existía una idea de que esos comienzos fueron de lucha libre o grecorromana, ligado a una actividad olímpica, pero yo descubrí que siempre tuvo una vertiente artística. Se buscaba darle un marco de espectáculo”, apunta el autor.

Como argumento, relata Roncoli que las primeras luchas se realizaban en un teatro muy taquillero: el Casino, por iniciativa de un suizo que había vivido en Francia y motorizó al catch como un espectáculo de variedades: “Era un elemento más dentro de varias cosas que sucedían durante una función; en ella convivían desde una mujer bailarina con un físico exuberante, hasta una orquesta y un animal amaestrado. No había un ring sino apenas una colchoneta en el escenario”, describe el escritor, quien caracteriza a la incipiente actividad como “ficción deportiva” o “deporte espectáculo”.

“A aquellos atletas yo los veo como perros ladrando a la Luna, dándole a la metáfora esa pulsión que ellos tenían de desafiar algo inalcanzable, una idea de la gloria -analiza el autor- Fue un título que me apareció enseguida y me gusta la magnitud poética que tiene en su conocimiento popular a través del tango que contiene la frase”.

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Cuenta el libro que aquellos primeros campeones tenían algún tipo de características espectacular y que desde el comienzo aparecían aquellos personajes o personas del público que desafiaban por un monto de dinero a los luchadores. Luego, para evitar accidentes, los que subían y eran invitados a pelear eran “groupies” o seguidores de la troupe.

Apunta Roncoli que el principal cambio en el catch surgió con la llegada de la actividad al mítico Luna Park: “Ahí comienzan a usar un ring y el espectáculo que se hacía en un escenario comienza a ser tridimensional. Luego, en la segunda temporada el estadio ya tenía techo y no dependía de las inclemencias climáticas”.

Aquellos primeros luchadores, los antecesores de los “Titanes” de Karadagian eran, en su mayoría, extranjeros. “En la época del Teatro Casino venían en barco desde Europa. Ya en tiempos del Luna Park tenían su base en Estados Unidos y aprovechaban para actuar en Brasil y en la Argentina. Luego los mismos luchadores empezaron a proponerle a la gente del Luna Park que buscasen a un ídolo nacional para entusiasmar al público, que por el horario de las funciones era adulto y masculino”.

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Así fue como surgió el primer ídolo nacido en el territorio nacional: Alfredo Legarreta, un pesista que los organizadores de los primeros combates descubrieron en la tapa de la revista “El Gráfico”. Aceptó sumarse a la troupe de lucha libre pero con una condición: usar una máscara roja para que no lo reconocieran.

Aquella máscara fue apenas el anticipo del despliegue de ingenio y personalidad que llevarían los Titanes a la televisión. En los primeros tiempos, los luchadores solo representaban a una etnia o una nacionalidad distinta. Luego se fueron afianzando otros rasgos de la personalidad de la indumentaria.

En “Un ladrido…” Roncoli rastrea los primeros pasos de Karadagian en el catch: “Llegó al Luna Park a los 12 años, a mediados de la década del 30, de la mano de su maestro de lucha grecorromana. Curiosamente, era muy cándido y muy fervorosos a la hora de seguir a los luchadores, y, a la vez era muy maduro y un empresario bastante sólido en el rubro de la carne. Trabajaba en el Mercado de Proveedores del Sur que quedaba donde hoy está Canal 13”.

El legendario boxeador José María Gatica se animó al catch. (Archivo Daniel Roncoli)

Luego recuerda que el gran Martín se unió a la troupe del Luna como cadete y utilero y entrenó muchos años hasta que recién en 1947 logró que lo contratasen como luchador. “Lo castigaban y lo ninguneaban mucho porque en esa época los peleadores eran grandes y forzudos y él era más bien petiso”.

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Para Roncoli, la explosión del catch en la Argentina se dio cuando Karadagian puso su habilidad empresarial al servicio del catch, ya que, por entonces, el deporte espectáculo estaba en declive. “Martín lo convenció al Hombre Montaña, quien por entonces era el jefe de la troupe, de buscar un lenguaje más actual. Incluso llevó el espectáculo a la televisión. Aunque él concebía la televisación como un modo de vender funciones. Llegaron a hacer siete funciones en un mismo día, y a tener más de una troupe pero él estaba en todas”.

Daniel Roncoli, el autor de "Un ladrido de perros a la luna".

Junto a los comienzos de Martín, el libro de Roncoli rescata a otro prócer de la lucha libre: William Boo, que se hizo famoso como el voluminoso árbitro bravucón del programa de televisión de Titanes que siempre favorecía a los malos. Antes de impartir "justicia" fue un gran luchador que empezó en el catch en el predio de la Iglesia Anglicana de San Telmo. En ese lugar los marineros que venían desde Gran Bretaña recibían un plato de comida y se reunían a practicar boxeo y lucha libre.

Allí Boo -que se llamaba en realidad Héctor Brea- aprendió catch y se ganó ese sonoro apellido por su modo de abuchear a sus contrarios. “Tuvo que dejar de luchar de manera prematura porque se cayó de un colectivo y tuvo un problema lumbar bastante grande- recuerda el autor- Pero Karadagian, a quien había conocido en el predio anglicano, lo llevó a Titanes primero a armar el ring y luego se convirtió en el árbitro más famoso”.

Sobre el presente de la lucha libre, Roncoli admite que hay distintos grupos que hacen catch, incluso el que lidera la hija de Martín, Paulina, y lleva el nombre de Titanes en el Ring. “Creo que es un lenguaje en transformación. Hay una dicotomía entre respetar los viejos valores y buscar algo distinto, aprovechando las ventajas de la tecnología”, dice el expertos en tijeras, cortitos y otras piruetas sobre el mítico ring.

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