Lunes
5 de Mayo de 2025
5 de mayo de 2025
En una charla en la Feria del Libro, el periodista contó detalles de “Topos”, su nuevo libro
En la Feria del Libro, Alconada Mon explicó que la historia de los espías no se puede entender sin considerar el contexto de Rusia y la figura de Putin, quien fue un agente de la KGB antes de la caída de la Unión Soviética. El autor destacó que la concepción del espionaje en Rusia es diferente a la de otros países. “Para nosotros, espías son Jaime Stiuso o Fernando Pocino, eventualmente un espía que lo mandás a espiar y te mueve la ligustrina, como me espiaron a mí y a mi familia”, se rió.
Dijo, también que Putin -que hace años perteneció a la KGB- no abandona a sus hombres en el extranjero. Esta perspectiva le permitió comprender, aunque no justificar, las acciones de los espías rusos.Alconada Mon también contó que el relato sobre estos espías rusos revela un intrincado proceso de transformación de identidades que comenzó en una pequeña aldea a 1500 km al este de Moscú. Él se trasladó a Ekaterimburgo para estudiar, una ciudad significativa, ya que allí fue reclutado. Durante un entrenamiento en contraterrorismo, conoció a su futura pareja, también espía. Solo tres meses después, en 2004, se casaron y comenzaron un extenso periodo de preparación en el que adquirieron las habilidades necesarias para mimetizarse con los occidentales, aprendiendo a hablar, comportarse y vestir como ellos.
Su adaptación fue minuciosa, desarrollando múltiples identidades, cada una con nombres, historias familiares y hasta referencias culturales específicas. Entre 2009 y 2022, residieron en Argentina bajo dos identidades diferentes. Mientras simulaban una vida común en Argentina, los dos agentes rusos evitaron cualquier gesto que delatara su verdadero origen. Según se detalla en el libro, ella ni siquiera pronunció una palabra en ruso durante los partos. Tampoco escuchaban música de su país natal, ni veían televisión rusa, ni cocinaban platos típicos. Todo formaba parte de la estrategia para construir una identidad completamente desvinculada de su nacionalidad original.En este caso, él se hacía pasar por un austríaco nacido en Namibia, hijo de una argentina. Ella afirmaba ser mexicana nacida en Grecia. Antes de llegar a su destino final, debieron obtener pasaportes válidos, estudiar, casarse, votar y formar una familia en el país intermedio. Todo este proceso fue clave para que la operación encubierta pareciera legítima y pasara desapercibida durante años.
Durante 20 años, vivieron tras una máscara, adoptando hasta cuatro identidades diferentes, cada una cuidadosamente construida para resistir cualquier interrogatorio y mantener su fachada como personas originarias de cualquier lugar que afirmaran ser.Ese viaje marcó el final de su etapa en Argentina, donde habían construido su fachada. A partir de ese punto, todo indicaba que el margen de error se reducía al mínimo. Y aun así, en medio de la tensión, se comportaron como una familia cualquiera que sale del país: hicieron compras, buscaron pequeños placeres, intentaron no perder el control.
“Todo lo que está escrito pasó”, dijo Alconada Mon este domingo en la Feria del Libro