20 de agosto de 2024
La crisis climática traerá migraciones y cambios, pero apuesto a la esperanza activa
El tiempo que nos toca vivir está pidiendo de nuestra especie una transformación profunda, dice la autora, que presenta asi su libro “Colapso”.
El planteo de este libro, es que ese destino es ya inevitable.
Esta cualidad le asigna a la crisis climática dilemas metafísicos que van mucho más allá de discusiones sobre propuestas tecno-optimistas o negacionismos sofisticados: nos interpela en lo más profundo de la esencia humana y del paradigma civilizatorio que hemos decidido sostener por demasiado tiempo.
Atravesar el umbral de esta forma de habitar la tierra se nos impone como imperativo de supervivencia, sin embargo la conversación pública, política y cultural, no podría estar más lejos de querer abordar esta conversación incómoda y por eso se la presenta como aterradora. Colapso es como un guiso de lentejas, para quien nunca lo probó la primera impresión no es atractiva: oscuro y viscoso ¿por qué habría de probarlo?. Atravesada esa primera impresión, adentrarse en los laberintos vinculares que la conversación alrededor del hundimiento trae es increíblemente sabrosa. Igual que un buen guiso de lentejas.El colapso traerá versiones insospechadas de migraciones crecientes y masivas siendo que la mitad de la población global no podrá vivir donde vive hoy en las próximas décadas ya que el efecto de bulbo húmedo que potencia el calentamiento global volverá inhabitables muchas zonas de la tierra, muy pronto. Un cuerpo humano no puede estar expuesto a condiciones atmosféricas de temperaturas altas (+36C°) combinadas con altos niveles de humedad por más de unas horas: nuestro organismo se paraliza si no se puede enfriar con la transpiración. A esas condiciones estarán expuestas vastas zonas del planeta según la NASA en 2050. El sudeste asiático, el este de China, los alrededores del Mar Rojo y el golfo pérsico, la península ibérica y regiones de Latinoamérica como Brasil.
Decía que al haber empezado este libro muchas veces también me envolvía la necesidad de encontrar un tono y una voz, una visión que no dijera una vez más lo obvio y escrito mil veces en cuanto al diagnóstico de la crisis sistémica, de percepción, social, ecológica y climática que, sin metáfora posible, nos está llevando al hundimiento. Deambular en los universos de sentido que explican lo evidente, si bien es mi trabajo, debo reconocer que ya no me convoca tanto. Presa de la teoría de la comunicación hegemónica, también me percibo ambivalente en cuanto a qué priorizar como “mensaje” central: si aquel de la esperanza en acción (la esperanza que espera ya la prendí fuego hace rato), o mejor el de la confianza en los procesos de justicia cósmica (el universo se expande y no somos nada). ¿Y si el cambio individual se expande a lo colectivo? Pero, al salir de la intuición y la historia, se palpa lo inevitable: la rebelión como única salida, o al menos, como dispositivo de entrada. ¿Y si pruebo una combinación de todo para dejar a varias audiencias contentas? Se siente algo de traición visceral ahí, ya que aquello que necesita el sistema para que nada cambie es gente queriendo caer bien parada en todos los giros narrativos.
¡Que no cunda el pánico!Es una apuesta humilde pero radical para fortalecer el espíritu, construir alternativas y dar las luchas imprescindibles.
Imagino que las páginas de Colapso pueden ser una conversación, un versar entre nosotros mientras caminamos a través del umbral inevitable del fin de esta civilización, que no es la única ni será la última. O sí. Mientras, duelamos la normalidad que conocimos, con amor por lo que viene y lógica rabia por las miles traiciones de este sistema tóxico.♦ Es activista y politóloga.
♦ En 2020 publicó Extinción (Sudamericana).♦ Cofundó diversas ONG, se desempeñó como funcionaria pública en áreas ambientales, consultora de organismos internacionales y gerente corporativa. En 2019 inició el movimiento de acción directa no violenta Rebelión o Extinción Argentina.