1 de diciembre de 2024
“Alabada sea la lectura”: publican en Francia un ensayo del papa Francisco sobre la importancia de leer
“¿Leer al Papa hoy? ¡Qué idea más extraña! Pero es necesario”, escribe el muy laico profesor del Collège de France, William Marx, en el prólogo de este pequeño libro cuyo subtítulo es “Carta sobre el rol de la literatura en la formación”
Eso mismo destaca William Marx en su prefacio: “Aunque el documento pontificio está destinado al mundo católico (...), su alcance va mucho más allá”, Y agrega que “encontrarán en él una fuente útil de reflexión” los profesores de literatura, los pedagogos y las autoridades educativas de todas las tendencias, incluidos los directivos de establecimientos de enseñanza no confesional.
Francisco, que con frecuencia evoca sus tiempos de profesor de literatura en un colegio jesuita de San Fe, destaca en esta carta los beneficios de la literatura para cuerpos, almas y espíritus, porque permite recuperar serenidad, lejos de las pantallas que esclavizan, y porque es una vía para escuchar “la voz del otro” (acá cita a Jorge Luis Borges).
La literatura cumple de modo superlativo con la misión que Dios le dio a Adán de ponerle nombre a las cosas y a los seres vivientes, lo que equivale a darles un sentido. La literatura permite además asomarse a la complejidad del alma humana, lejos de simplificaciones y maniqueísmo.Muchas veces se ha referido Francisco a la importancia de la “escucha” y aquí la reitera: “Es necesario y urgente contrarrestar esta inevitable aceleración y simplificación de nuestra vida cotidiana, aprendiendo a tomar distancia de lo inmediato, a desacelerar, a contemplar y a escuchar. Esto es posible cuando una persona se detiene a leer un libro por el gusto de hacerlo”.
Y sigue: “La literatura se vuelve un gimnasio en el que se entrena la mirada para buscar y explorar la verdad de las personas y de las situaciones como misterio…. (...) Al abrir al lector a una visión amplia de la riqueza y la miseria de la experiencia humana, la literatura educa su mirada a la lentitud de la comprensión, a la humildad de la no simplificación y a la mansedumbre de no pretender controlar la realidad y la condición humana a través del juicio”.La literatura es, entonces, uno de los mejores terrenos para entrenarse a la escucha, a la comprensión. Este elogio de la lectura es lo que atrajo la atención -y la admiración- de intelectuales como William Marx, y el interés editorial por darle forma de libro a este breve ensayo que salió a librerías a fines de septiembre. Para el prologuista, “este texto anuncia un cambio de naturaleza histórico, una revolución en la práctica de la Iglesia, al desplegar una defensa sin igual de la lectura”.El Papa expresa también su preferencia por los autores trágicos, “porque todos podríamos sentir sus obras como propias, como expresión de nuestros propios dramas”. “Llorando por el destino de los personajes -dice Francisco-, lloramos en el fondo por nosotros mismos y nuestro propio vacío, nuestras propias carencias, nuestra propia soledad”.
Y agrega: “Debemos cuidar que nunca se pierda de vista la ‘carne’ de Jesucristo; esa carne hecha de pasiones, emociones, sentimientos, relatos concretos, manos que tocan y sanan, miradas que liberan y animan; de hospitalidad, perdón, indignación, valor, arrojo. En una palabra, de amor.” Porque “es precisamente en este ámbito que una asidua frecuencia de la literatura puede hacer a los futuros sacerdotes y a todos los agentes pastorales más sensibles aún a la plena humanidad del Señor Jesús”.
Esta no es la primera vez que un comentario papal sobre literatura despierta el interés de una editorial francesa. En febrero de 2014, La reedición del libro generó calificativos como “un gran escritor caído en el olvido y reeditado gracias al sumo pontífice”. La reseña de Le Figaro decía: “Releyendo Augustin ou le maître est là, es junto a las obras maestras de Huysmans, Bloy, Mauriac, Bernanos y Green que se tiene ganas de ubicar el libro de Malègue”. Según la crítica, la prosa de Malègue tiene la “densidad intelectual de los grandes libros de Thomas Mann, Hermann Broch, Robert Musil, pero también los matices visuales y trémulos de Marcel Proust”.Leyendo esto se sienten deseos de, siguiendo a Verdier y a Wiliam Marx, recomendar especialmente esta carta a las autoridades educativas: quizás les inspire mejores contenidos y mejores listas de libros para los alumnos: títulos que les permitan, como sugiere el Papa, asomarse a la complejidad del alma humana a través de plumas excelsas.