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26 de noviembre de 2024

La intensa vida de la Cicciolina: su pasado como espía, los shows de sexo en vivo y cómo se convirtió en diputada

La famosa actriz porno italiana cumple 73 años. Cómo fueron sus comienzos en el cine triple x y su desembarco en la política. Su curioso saludo a las multitudes y las tres visitas a la Argentina

>Fue actriz porno, diputado, locutora, cantante, espía, prostituta, musa de uno de los artistas contemporáneos más taquilleros, ícono gay, provocadora profesional.

El Partido Radical Italiano solía apostar por candidatos estentóreos. Sus propuestas navegaban entre lo novedoso y lo extremo. Su estructura era pequeña. Necesitaban gente que se hiciera ver, que les diera visibilidad. En elecciones previas habían utilizado a un ex integrante de las Brigadas Rojas o a figuras televisivas desvencijadas (cuando todavía los personajes mediáticos y la política estaban escindidos). Pero en 1987 su apuesta fue mucho más lejos. Al principio todos pensaron que se trataba de una broma. Un gesto folklórico y risueño. Presentó como candidata al parlamento a Illona Staller, la Cicciolina.

Hasta ese entonces era una actriz porno, cotizada pero no demasiado conocida por el gran público. Esa candidatura logró traspasar fronteras. El hastío con la clase política y un sistema de votación complejo permitieron que la Cicciolina obtuviera más de 20.000 votos y una banca en el Parlamento.

Su mejor estrategia de campaña fue mostrar uno de sus pechos cada vez que podía, una manera, al menos, novedosa de proselitismo. Y, se demostró, extraordinariamente efectiva. Parecía que a sus votantes no les interesaban demasiado las propuestas que tuviera para hacer. Llevaba siempre, además de una sonrisa permanente y gélida, un osito de peluche. Decía que le servía para taparse sus genitales ya que nunca usaba bombacha.

El primer beneficio que encontró fue que los fueros le permitieron que las acusaciones de obscenidad que debía afrontar luego de cada aparición pública mermaran. Dejó de concurrir tan asiduamente a tribunales. Se convirtió en una figura global. Probablemente la actriz porno más conocida de su tiempo.

Elena Anna Staller nació en Hungría el 26 de noviembre de 1951. En sus memorias cuenta que a los 10 fue abusada sexualmente por un vecino y a los 14 violada por su primer novio. También afirma que a los 13 tuvo su primera misión como espía en esa Hungría detrás de la cortina de Hierro en medio de la Guerra Fría. Mientras estudiaba, comenzó a trabajar en un hotel de Budapest. En este punto las versiones se dividen. Ella afirma que trabajaba limpiando habitaciones; otros dicen que se dedicaba a la prostitución. En lo que coinciden todas las fuentes es que el servicio secreto húngaro la contactó para que pasara información sobre los visitantes norteamericanos y de Europa Occidental que se alojaban en el hotel. Una especie de Mata Hari húngara.

Aunque su carrera en el cine porno la hizo como Ilona Staller –así aparecía en los créditos-, se la conoció como la Cicciolina.

Después de una serie de films eróticos y de intervenciones en proyectos con reconocidos directores como Alberto Lattuada (Corazón de Perro) y Miklós Jancsó (Vicios privados, virtudes públicas), filmó en 1983 su primera película condicionada. Su paso por el género fue fulgurante. Una década le bastó. Enseguida generó atención. En Italia, para evadir las leyes que penaban la obscenidad el negocio más importante se hacía con los VHS. Sus títulos vendían cientos de miles de copias por año. En un mercado en el que las grandes figuras ganaban entre 20.000 y 30.000 dólares por película, el cachet de ella ascendía hasta los 250.000 dólares por proyecto.

Algunos políticos saludan con los dedos en V; otros, lo hacen levantando los dos brazos por sobre la cabeza como si estuvieran a punto de hacer un lateral pero con un balón medicinal; alguno unía sus manos y las plegaba al costado de su hombro derecho como si preparara un swing de golf. Pero una, sólo una, tenía como carta de presentación, como saludo identificatorio, bajarse el bretel del vestido y liberar su pecho izquierdo ante la multitud (el método le aseguraba mucha gente en cada presentación) mientras abrazaba un osito de peluche rosa: la Cicciolina.

Sus propuestas políticas iban en línea con la de los partidos verdes que se asentaban en el mundo. Declaraciones a favor del desarme nuclear, cuidado del medio ambiente, derechos para las minorías, legalización del aborto.

Su agenda nunca fue tomada en serio ni por la sociedad ni por los medios. Con el paso del tiempo, se debe reconocer que algunas de las propuestas de la Cicciolina estaban adelantadas al menos veinte años a su época. Y otros eran, y son, absolutamente inadmisibles como su prédica para quitar la edad mínima para el consentimiento sexual: “Pedofilia es una palabra demasiado larga para decir que los chicos tienen sexo”, decía.

Su discurso público era desaforado y sólo buscaba provocar. La capacidad para llamar la atención era su principal fortaleza, pero al mismo tiempo sacaba lo peor del personaje. Así, además de mechar alguna anécdota o fantasía, en cada entrevista podía afirmar que ella no permitía que sus compañeros sexuales utilizaran preservativo, que eso le quitaba la gracia al sexo, que ella sabía elegir a los hombres. Esas declaraciones las hacía en 1987 en uno de los peores momentos de la pandemia del Sida. Luego modificaría esa posición. No se trató de una súbita toma de conciencia. Tuvo que atravesar una situación traumática y de riesgo para que sucediera.

John Holmes, el famoso actor porno norteamericano, filmó dos películas con ella y con Moana Pozzi, otra estrella del género, en Italia. Fue durante 1987. Holmes tenía HIV y lo sabía pero no reveló esa situación ni a los productores ni a sus compañeras de elenco; durante los rodajes tuvo sexo sin protección. Menos de un año después, Holmes moría. La Cicciolina no se contagió. Pasado el tiempo, cuando su hijo Ludwig ya era adolescente, abogó por el uso del preservativo.

Su participación parlamentaria no fue memorable. El índice de ausencias fue altísimo tanto en el recinto como en las comisiones que integraba. Eso sí, cada una de sus escasas participaciones fueron memorables. Los discursos eran escritos por asesores u otros diputados de su partido. Pero ella siempre incorporaba frases propias. Al resto de los diputados, como no podía ser de otra manera, los llamaba Cicciolinos.

El 20 de agosto de 1990 una inusitada cantidad de fotógrafos, periodistas, movileros de radio y televisión, y curiosos esperaban su llegada en Ezeiza. Una pequeña revolución. Ella llegó y mostró esa sonrisa quieta, permanente, algo muerta y cargada de rouge que la caracterizaba. La expectativa era enorme. Se había especulado con su llegada a la Argentina en los años anteriores.

Apenas apareció, con un vestido celeste con volados dándole un toque ingenuo, la ametrallaron a preguntas, los flashes gatillaban sin cesar, los micrófonos golpeaban su cara. La sonrisa no se borró (ya se dijo: permanente). Nunca perdió la calma ni se incomodó. Algunos hombres de seguridad -patovicas improvisados- le hacían espacio. Hasta que llegaron a una sala. Pero no había ni escritorios ni micrófonos preparados. Sólo un sillón de dos cuerpos de cuero marrón.

Su arribo fue tapa de los diarios y noticia central en los informativos televisivos. En ese viaje se quedó casi diez días en el país. Al llegar al hotel miles de personas la esperaban. Para ellas también se bajó un lado del vestido. Cada uno de sus movimientos fue seguido por decenas de periodistas. Al dejar el hotel para volver a Italia, las últimas entrevistas la encontraron con un oso de peluche gigante entre sus brazos, regalo de un admirador. En el medio conversó con Susana Giménez, hizo algunos shows en la disco New York City y otras presencias. En su calidad de legisladora italiana pretendió conseguir una cita oficial con el presidente argentino Carlos Menem. La reunión se confirmó y se negó varias veces pero finalmente no se concretó, al menos en público; la economía crujía y no estaba para que el presidente se reuniera como una diva porno. También respondió preguntas sobre política mundial y sugirió un plan de paz para la crisis en Irak: propuso acostarse con Saddam Hussein para lograr evitar la inminente guerra.

La mayor preocupación se centraba en el tenor de sus shows. En Italia durante la década del 80 sus presentaciones eran explícitas, con sexo en vivo, participación del público y en algunas ocasiones la diva porno orinaba a los espectadores. Pero el número artístico que trajo había bajado algunos decibeles y sólo entraba en la categoría de erótico.

En 1997 regresó para presentarse brevemente en el programa de Antonio Gasalla y en una entrevista con Susana Giménez. Una década después ofició de madrina del Festival de Cine Erótico. En 2008, participó en el Bailando por un Sueño. La estadía fue corta. Una buena previa, con su gracia habitual, un baile deficiente, una pésima coreografía al ritmo de I Will Survive de Gloria Gaynor y una rápida salida gracias a la elegante excusa de una fisura en las costillas y el reemplazo por Adabel Guerrero.

Ninguna de sus visitas posteriores tuvo el impacto de la primera. En 1990 la Cicciolina estaba en la cúspide de su fama.

En 1991 sirvió como modelo para una serie de obras del artista plástico Jeff Koons (hoy una mega estrella del mundo del arte, sus obras se cotizan decenas de millones de dólares). Koons y la Cicciolina tenían muchos puntos en común: la impronta colorida, kitsch, sensacionalista y marketinera. La muestra que graficaba explícitamente la interacción sexual del dúo provocó un nuevo escándalo. Poco tiempo después se casaron y tuvieron un hijo, Ludwig. El matrimonio fue corto y tempestuoso. La separación fue más agitada todavía. Debe haber batido récords de acciones judiciales y recursos en dos continentes. La Cicciolina desoyó una orden de una corte de Nueva York y escapó de Estados Unidos con su hijo. Fue acusada del secuestro del menor. Varios años después, la justicia italiana le otorgó la custodia del niño.

Hace unos años se desató una polémica porque sigue cobrando la pensión vitalicia por haber sido diputada. Hubo presión para que renunciara a ella, pero la Cicciolina no cedió, argumentó que fue legisladora durante cinco años y que tiene derecho a ella. Ella alegó que esos 3000 euros eran vitales para su subsistencia porque estaba en bancarrota.

Cada vez que puede habla mal de su ex marido Jeff Koons y se reivindica como ícono gay. Su hijo Ludwig tuvo problemas con la ley por sus múltiples adicciones. El año pasado la policía debió intervenir porque Ludwig amenazó a su madre con una pistola Taser para obtener dinero de ella. Es muy activa en Instagram aunque sus publicaciones abusen de los filtros que impiden saber cómo se encuentra realmente hoy.

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